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 ¿Y si nos enfocamos en lo positivo?

¿Y si nos enfocamos en lo positivo?

Pareciera que las redes sociales y los medios de comunicación no paran de arrojarnos razones para desfallecer y hacernos sentir como si atravesáramos una oscura época de nuestra historia humana. Basta con sentarse a leer artículos sobre una pandemia que

ya ha atravesado nuestra vida durante más de dos años, una inflación que día a día aumenta y, cómo no, una crisis ambiental que vienen advirtiendo científicos de todo el mundo para “amargarse el día”.

Ante esta situación,

creo que podemos aprender una lección muy importante de aquellos investigadores pioneros que sembraron las semillas de eso que hoy en día conocemos como psicología positiva. Básicamente, durante mucho tiempo la psicología se enfo

có en buscar soluciones a las patologías mentales del ser humano. Es decir, se encargó de estudiar aspectos negativos como la depresión, la ansiedad y el estrés. Fue hasta finales del siglo pasado que Martin Seligman (quien, por cier

to, fue mi profesor en la universidad) y Mihály Csíkszentmihály quisieron cambiar las reglas del juego. Ellos se enfocaron en investigar y desarrollar una nueva rama de la psicología que se enfocó en aquellos aspectos que llevaran a las personas, comunidades e instituciones a florecer. Llevaron a cabo investigaciones y estudios centrados en temas como las fortalezas de carácter, la gratitud, la resiliencia o el flow. En esencia, la gran propuesta de los creadores de la psico

logía positiva es que podemos educarnos para la felicidad por medio de diferentes prácticas y herramientas..

Ahora, me gustaría detenerme en un ejemplo en el que cambiar el ángulo desde dónde se miran las cosas, nos puede ofrecer un panorama nuevo de nuestra realidad. En sus dos libros ‘Los ángeles que llevamos dentro’ y ‘En defensa de la Ilustración’, el reconocido psicólogo y lingüista canadiense Steven Pinker hizo un ejercicio muy exhaustivo en el que nos invita a reevaluar

la forma en que vemos la historia reciente de la humanidad. Él sugiere que, si en vez de enfocarnos en las historias que llenan las planas de los periódicos y nos detenemos a mirar los grandes patrones de nuestra historia reciente, encontraremos muchas e importantes razones para sentirnos agradecidos y oportunistas por nacer en este momento de nuestra historia. Por ejemplo, 137.000 personas en promedio en el mundo, escaparon de la pobreza extrema cada día durante los últimos 30 años, o que, aunque no lo parezca, vivimos en la era más pacífica de la existencia de nuestra especie.

No quiero desconocer la realidad de aquellas personas que atraviesan momentos difíciles o los retos tan importantes a los que nos enfrentamos en este momento como humanidad. Lo que pasa es que una visión crítica de nuestro mundo no puede solo llevarnos al cinismo y a la desesperación. Si queremos tomar el futuro de nuestro planeta y de las sociedades que habitamo

s en él para tener un futuro más brillante, debemos confiar en nuestra creatividad y capacidad de innovar. Si no somos capaces de imaginar un futuro mejor, ¿cómo podemos comenzar a construirlo? Quiero extender una invitación a que no olvidemos una verdad que me parece muy sencilla: que la gratitud es el primer paso para construir nuestra felicidad.

La gente suele pensar que un “gracias” es el cierre de una conversación, la expresión con la que creemos estar a paces con un favor que hemos recibido, pero yo creo que es totalmente lo opuesto. La gratitud no es el final, sino el principio. Agradecer es darnos la oportunidad de recordar, de reconocer aquellas que nos permiten redireccionar nuestro camino y no rendirnos ante la adversidad.

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But I must explain to you how all this mistaken idea of denouncing pleasure and praising pain was born and I will give you a complete account of the system, and expound the actual teachings of the great explorer of the truth, the master-builder of human happiness. No one rejects, dislikes, or avoids pleasure itself, because it is pleasure, but because those who do not know how to pursue pleasure rationally encounter consequences that are extremely painful.

Nor again is there anyone who loves or pursues or desires to obtain pain of itself, because it is pain, but because occasionally circumstances occur in which toil and pain can procure him some great pleasure. To take a trivial example, which of us ever undertakes laborious physical exercise, except to obtain some advantage from it? But who has any right to find fault with a man who chooses to enjoy a pleasure that has no annoying consequences, or one who avoids a pain that produces no resultant pleasure?

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Nor again is there anyone who loves or pursues or desires to obtain pain of itself, because it is pain, but because occasionally circumstances occur in which toil and pain can procure him some great pleasure. To take a trivial example, which of us ever undertakes laborious physical exercise, except to obtain some advantage from it? But who has any right to find fault with a man who chooses to enjoy a pleasure that has no annoying consequences, or one who avoids a pain that produces no resultant pleasure?

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